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La revolución romana, Ronald Syme

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La principal limitación metodológica de Ronald Syme fue su implícita aversión hacia la arqueología y hacia todo aquello que no supusiera una minuciosa y exhaustiva lectura de las fuentes antiguas. Esta inclinación tendenciosa se convierte, paradójicamente, en la mayor fortaleza de su libro aquí reseñado, La revolución romana .  Me explicaré. Obviar las demás fuentes provoca que el autor desarrolle un pormenorizado estudio prosopográfico sin parangón en la historiografía clásica, o al menos no lo tenía cuando fue publicado en 1939. Para entonces, ya se habían consolidado los principales regímenes autoritarios europeos. Sus dictadores, amparados bajo el velo de procedimientos aparentemente legales, comenzaban a consolidar formas de poder autocráticas. Algo que pudo inspirar al autor neozelandés para retrotraerse a los primeros gobiernos unipersonales de la historia de Europa.  Sir Ronald Syme y el libro reseñado. Pero Syme rechaza el retrato biográfico de Augusto: para él, la...

"La Recoleta", de Borges

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  LA RECOLETA Convencidos de caducidad por tantas nobles certidumbres del polvo, nos demoramos y bajamos la voz entre las lentas filas de panteones, cuya retórica de sombra y de mármol promete o prefigura la deseable dignidad de haber muerto. Bellos son los sepulcros, el desnudo latín y las trabadas fechas fatales, la conjunción del mármol y de la flor y las plazuelas con frescura de patio y los muchos ayeres de la historia hoy detenida y única. Equivocamos esa paz con la muerte y creemos anhelar nuestro fin y anhelamos el sueño y la indiferencia. Vibrante en las espadas y en la pasión y dormida en la hiedra, sólo la vida existe. El espacio y el tiempo son formas suyas, son instrumentos mágicos del alma, y cuando ésta se apague, se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte, como al cesar la luz caduca el simulacro de los espejos que ya la tarde fue apagando. Sombra benigna de los árboles, viento con pájaros que sobre las ramas ondea, alma que se dispersa en otras almas, f...

Las bibliotecas "públicas" de Roma. Los príncipes mecenas.

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Incluso en la Roma del siglo I a.C., un periodo marcado por guerras civiles y disputas facciosas por el poder, algunos individuos conseguían dedicar tiempo no solo a la política, sino también a las exigentes tareas del saber. Marco Terencio Varrón fue uno de ellos. Reconocido como uno de los más importantes intelectuales de su época, fue designado por Julio César como colaborador en un importante proyecto cultural.  En un arranque de evergesía, y animado sin duda por su estancia en Pérgamo, cuya biblioteca había examinado, el dictador quiso proyectar junto al antiguo lugarteniente de Pompeyo la que sería la primera biblioteca pública de la ciudad de Roma. Sin embargo, el magnicidio de las Idus de marzo y las subsiguientes proscripciones frustraron la culminación del proyecto a cargo de Varrón. La iniciativa, no obstante, sobrevivió bajo otra forma gracias al patronazgo de  Cayo Asinio Polión . La biblioteca proyectada por este político cesarista estuvo integrada, según Isidoro...